En mayo de 2018 me uní a IBM persiguiendo un cambio profundo en la vida profesional y personal que había llevado hasta el momento. Me uní a condición de que me trasladaran a Estados Unidos esperando acentuar ese cambio y dejar atrás ciertos hechos y circunstancias que habían deteriorado mi relación con Mozilla.
El jueves pasado, 10 de septiembre de 2020, nuestro conductor privado hacía resbalar, con disimulo, un billete de veinte dólares desde su bolsillo hacia la mano de un oficial militar de República Dominicana para que nos dejaran circular tras el toque de queda. La mordida no era parte de la tarifa, pero se lo cubrí "por las molestias". Me hizo pensar en cómo sería nuestra estancia durante los próximos 16 días, antes de alcanzar la frontera con Estados Unidos.
Estos dos años que llevamos "de mudanza" están plagados de historias como esa, a las que suceden pequeñas y grandes reflexiones, que guían decisiones con profundas repercusiones prácticas y que, a su vez, han ido transformando mi relación conmigo mismo, con mi vida, mi trabajo y con la tecnología.
En estos dos años he abandonado mi actividad principal como programador, para trasladarme al ámbito del liderazgo técnico, la gestión de personas y de proyectos; también me casé, ¡he sido tío! y he forjado nuevas amistades; volví a la docencia, aprendí a luchar con espada láser, ando aprendiendo Rust, computación cuántica, y composición electrónica; estoy mejorando mis dotes comunicativas y de negociación, dejé las redes sociales y he vuelto a hablar en público, en conferencias y encuentros de desarrolladores... Lo que no he hecho es volver a escribir, salvo ocasionalmente.
Es por ello que me gustaría compartir algo de lo que me ha pasado durante estos dos años así, en formato artículo, contando las anécdotas, reflexiones y decisiones más relevantes, que han influído en una transformación personal que, aunque considero "en progreso", marca el comienzo de un nuevo periodo de crecimiento, el cual –para qué decirlo de otra forma– estoy disfrutando a saco.