Salva de la Puente

Pensamientos & código

F.A.Q sobre Estados Unidos I

Lo conseguimos. Pese al silencio de radio en los últimos tres meses, Bea y yo conseguimos llegar a los Estados Unidos y no hemos parado. Cumpliendo un trimestre de nuestra llegada, parece oportuno felicitar las fiestas con una actualización.

Puedo decir que una de las ocasiones en las que más rápido he atravesado la frontera de los Estados Unidos fue el 26 de septiembre de 2020. Entrar en Estados Unidos es una de esas experiencias en la que te sientes totalmente a merced del destino, una mezcla entre la suerte que tengas con la cola de inmigración y el humor con el que se haya levantado el oficial de fronteras de turno.

Por suerte, para Bea y para mi, aquel día lo clavamos. No sólo no había mucha gente sino que la entrevista fue rodada y, en poco menos de 10 minutos, estábamos dentro.

¡Estábamos dentro! Semanas de preparativos para 10 minutos de trance.

Desde entonces y hasta ahora no hemos parado, inmersos en la vorágine de encontrar casa, amueblarla, obtener distintos tipos de permisos y, fráncamente, aprender a vivir de nuevo.

Han pasado muchas cosas desde que llegamos, así que esta es la primera de algunas entradas dedicadas a contar nuestra experiencia allende los mares.

¿Como fue la entrevista en la frontera?

En realidad, las "entrevistas" que hemos pasado en la embajada o en la frontera no son sesiones de preguntas y respuestas, largas y formales. Son, más bien, conversaciones cortas, muy concretas, en las que el funcionario espera que respondas con la información suficiente.

En nuestro caso, las preguntas fueron las obvias para comprobar que no incumplíamos la normativa de entrada a los Estados Unidos, en particular, que no habíamos pisado el espacio Schengen en los últimos 15 días.

Viendo que nuestro pasaporte era español, el oficial nos preguntó de donde había salido nuestro vuelo, cuánto tiempo habíamos pasado en Santo Domingo y si podíamos probarlo. Los sellos de entrada y salida en República Dominicana fueron suficientes.

A continuación nos tomaron las huellas, nos fotografiaron y sellaron las copias de los documentos oportunos.

Y entramos. Sin más.

Ilustración en pixel-art de Salva y Bea sobre el paisaje neoyorquino. Bea imita a la Estaua de la Libertad y Salva a un turista haciendo fotos con el móvil. Alrededor de Bea aparecen y desaparecen bocadillos enumerando diversos trámites.
La tierra de las oportunidades y el papeleo. –Ilustración por Beatriz Alonso Carvajales.

¿Tuvisteis que hacer cuarentena? ¿Cómo está la COVID por allí?

Afortunadamente, no tuvimos que hacer cuarentena. Los estados establecen directivas especiales que regulan el tránsito entre ellos pero los vuelos internacionales no se rigen por estas regulaciones, sino que aplican otras propias como la proclama 9993 que nos metió en este lío.

En cuanto a la COVID, cuando llegamos, la situación en el estado de Nueva York era mejor que en muchos países de Europa. Sin embargo teníamos claro que Estados Unidos sufría un retraso con respecto a Europa, en términos de la evolución de la pandemia y aun podía empeorar.

Así lo demuestran los datos históricos aunque eso no nos ha impedido disfrutar de los alrededores y hacer alguna excursión.

En general se respira bastante seguridad, con gel por todas partes, mascarillas y límites de aforo en comercios, supermercados, gimnasios, centros comerciales y hasta en ascensores. Manhattan, por ejemplo, restringe comer en lugares cerrados hasta el punto de haber clausurado parcialmente ciertas calles y avenidas para su uso como terrazas.

¿Dónde os alojasteis hasta encontrar casa?

Lo siguiente que hicimos, tras pasar la frontera, fue llamar a Paco, quien se había ofrecido a alojarnos durante nuestros primeros días. Paco nos condujo hasta Villa Pacia, su casa en mitad del bosque, en el estado vecino de Connecticut.

Alicia nos dio la bienvenida con tortilla de patata, lo que suponía una deseada ruptura con la dieta que nos venía acompañando durante nuestra estancia en Santo Domingo.

¡Gracias, Paco y Alicia!

¿Cómo fue buscar piso?

Mucho más rápido de lo que imaginábamos. Todo sea dicho, habíamos visto multitud de casas on-line por nuestra cuenta y los servicios de relocalizacieon de IBM nos habían ayudado, mientras estábamos en España, mostrándonos otro montón de posibilidades. De hecho, terminamos eligiendo una opción que no hubiéramos considerado si no llega a ser por ellos.

Animados por Alicia y Paco, decidimos escribir a algunos de estos sitios y comenzar a visitar nuestros lugares favoritos, por nuestra cuenta.

Nuestros más fuertes candidatos eran conjuntos residenciales de apartamentos y zonas comunes como piscina, salas de recreo, gimnasio... Finalmente, no venció el más lujoso y sí –curiosamente– el más barato, aunque no por el precio. Lo que más nos convenció fue el espacio, la gerencia y la ubicación.

Tres meses después, seguimos entusiasmados con nuestras dos amplias habitaciones y el salón que nos hemos montado, los servicios del edificio, el trato personal, la preocupación por nuestro bienestar y la cercanía al centro, el supermercado, las zonas verdes y los parques.

Aterrizamos un sábado, el domingo concertamos las visitas, el lunes visitamos algunos de estos lugares y el viernes estábamos firmando nuestra entrada al piso. Ahí es na'.

¿Llegaron las cosas de la mudanza?

Llegaron.

Lo que mandamos por aire –principalmente ropa– llegó enseguida, mientras nos alojábamos con Alicia y Paco. El cargamento de mar, con el grueso de lo que decidimos traernos de Madrid, tardó un poco más en llegar. Mientras tanto, nos dio tiempo a amueblar la casa.

Estrenamos piso con un colchón hinchable y, al día siguiente, ya teníamos una cama como Dios manda. Nos la vendió un señor llamado Craig, que no podía sino tratarnos bien y ser honrado con nosotros porque lo gobernaba un poder superior. O eso nos dijo.

Compramos los muebles poco a poco, lo más rápido que nos permitía nuestra determinación y el abastecimiento en los almacenes. Conseguir el sofá nos llevó un día de mirar y comparar, y seis semanas de espera hasta que lo trajeron.

Además, nos hemos convertido en expertos en iluminación (por no tener, nuestro piso no tenía ni lámparas) y aun estamos tratando de encontrar el mood adecuado para el comedor y el dormitorio.

Pero admitámoslo, tanto a Bea como a mi nos encanta la decoración y hemos echado muchos raticos divertidos montando muebles y dejando la casa a nuestro gusto.

El cargamento por mar nos trajo nuestras mesas y sillas de trabajo, los monitores y el material de oficina. También nos trajo nuestros cuadros, las mantitas, algunos peluches y ciertos libros, videojuegos y juegos de mesa que habíamos decidido que nos acompañarían en esta aventura. Tras desembalarlos, supimos que habíamos convertido este piso en nuestro hogar.

¿Vivís en Nueva York? ¿Dónde?

Vivimos en el estado de Nueva York, condado de Westchester, ciudad de White Plains. Al sur del Valhalla. Y no es coña.

Mucha gente piensa que Nueva York se refiere a la Ciudad de Nueva York (y uso la mayúscula en "Ciudad" porque el nombre en inglés es New York City) pero la ciudad es algo distinto al estado de Nueva York. Tanto es así, que la capital del estado no es New York City sino Albany.

Nosotros vivimos en White Plains, una ciudad pequeña a 45 kilómetros al norte de la Ciudad de Nueva York y famosa por ser la sede del condado y el lugar de nacimiento de Mark Zuckerberg.

White Plains es una ciudad dormitorio de Nueva York, con su propio centro financiero, cuatro centros comerciales, todos los servicios que te puedas imaginar, barrios tranquilos, zonas de parranda, multitud de bares y restaurantes, jardines, centros deportivos y zonas verdes. Esto sin contar los barrios aledaños con más comercios, bares, restaurantes y zonas de recreo.

¿Habláis mucho español?

Más de lo esperado. Cerca de New York City hay una gran población hispanoparlante y la mayor parte de las comunicaciones oficiales y los servicios públicos se encuentran en ambos idiomas.

Aparte, en nuestra zona, hay muchísimos latinos y es muy fácil oír hablar español. En un primer momento, solemos hablar inglés pero si la situación lo permite o se da la oportunidad –y muchas veces se da– cambiamos a español.

Es agradable y se siente una conexión cuando se puede hablar la lengua propia tan lejos de casa.

¿Tuvistéis que hacer muchos papeles?

Yo creo que en mi vida había rellenado tantas cosas, o había tenido tal afluencia de correo postal. Es alucinante la cantidad de papel que hay por todas partes, lo que contrasta con lo impresionante que es encontrar aplicaciones móviles para cualquier chorrada.

Estados Unidos me ha dejado impresionado en su (¿falta de?) eficacia y en muchas ocasiones, Bea y yo nos miremos perplejos pensando que "esto de funciona de chiripa".

Hay muchas cosas que requieren el correo ordinario o una llamada telefónica (voy a incluir las llamadas telefónicas en esta respuesta) y no es raro pasar horas esperando al teléfono o ser transferido de un departamento a otro infinidad de veces.

Supongo que las restricciones de distancia impuestas por la pandemia también tienen algo que ver en la ralentización de los procedimientos.

Para obtener nuestras tarjetas de la seguridad social tuvimos que enviar un sobre con copias de todos los documentos y el formulario de petición y, luego, un agente de los servicios de relocalización de IBM llamó a la oficina, estuvo como ochenta minutos esperando en mi lugar, y me conectó (¡en una llamada a tres!) para que pudiera hablar con los funcionarios y concertar cita.

Recuerdo que cuando, por fin, pudimos ir a la oficina de la seguridad social a tramitar nuestras peticiones, llegaron algunas familias diciento que "no les cogían el teléfono" y que, por eso, habían decidido personarse allí, ignorando la cita previa.

Los funcionarios de la oficina los miraban indignados, como si aquello fuera mentira, o como si estar menos de sesenta minutos esperando al teléfono fuera indigno de personas decentes.

Mi primera nómina y el reembolso del seguro de mudanzas me llegaron por cheque bancario. Un pedazo de papel con la cifra escrita encima y algunas medidas para su mecanización. Parece una obviedad pero yo en mi vida había visto un cheque, salvando en las películas.

Bea, por ejemplo, ha enviádo su solicitud para el permiso de trabajo también por correo ordinario, incluyendo un cheque para pagar las tasas. Para mi, es como coger un billete de quinientos euros, echarlo a un buzón y esperar a ver qué pasa.

Nuestro contrato de la casa en una monstruosidad de más de cien páginas, con cuatro dedicadas a las plagas de chinches.

Afortunadamente, no tenemos contrato de teléfono, Internet o electricidad. Son modalidades contractless (sin contrato), ligadas a una tarjeta de crédito solamente y esta característica es una ventaja de marketing.

Tenemos correo prácticamente todos los días: publicidad, cupones descuento, tarjetas de nuestros seguros y servicios, tarjetas de crédito regalo "listas para firmar", comunicaciones de impuestos, formularios, notificaciones...

Como si la digitalización se hubiera dejado las cosas realmente importantes o hubiera atacado de manera superficial un problema muy complejo, resulta sorprendente la cantidad de procesos que se encuentran "a medio automatizar" y que son sólo interfaces más amables para rellenar formularios, que ni siquiera se dignan en ocultar completamente, y que tienen que ser revisados a mano, una vez completos.

Seguimos alucinando.

¿Os sirve el carné de conducir español?

Nope. Ni siquiera sirve el carné internacional. Te sirve para alquilar un coche, que es lo que llevamos haciendo tres meses.

Sacarse el carné no parece muy difícil y, al más puro estilo de las películas, el carné del estado sirve efectivamente de identificiación personal.

O servía. Recientemente, los estados han empezado a emitir un documento –que, muy convenientemente, sigue expediendo la dirección de tráfico– para identificar a los ciudadanos a nivel interestatal.

Cuando nos saquemos el carné, que es uno de los propósitos de 2021, os contaremos el proceso.

¿Vais a contarnos más cosas?

Rotúndamente sí. En el momento de escribir estas líneas, tenemos escritas unas ocho respuestas más a preguntas sobre Halloween y Acción de Gracias, sobre los alrededores, el nivel de vida, la gastronomía local y hasta las propinas, sobre el arte de la cerveza artesana y, por supuesto, ¡el tiempo! Y Bea ya está trabajando en la siguiente pieza de pixel-art.